LOS SECRETARIOS PARTICULARES

LOS SECRETARIOS PARTICULARES
Edición 2009.

viernes, 26 de septiembre de 2014

EL MONJE NEGRO

¿Realmente existe el monje negro en la política, “es solitario”?, la acepción griega del monacato, significa persona solitaria.

Esta nueva definición hacia el Secretario Particular, y/o asesor, que no todos lo tiene, es aplicable hacía aquellos cercanos al poder y que se mueve como “operador político”.
Ser un monje negro, significa enmarcarse de una aura de influencia y de poder y que se convierte en una figura imprescindible en cualquier medio, claro más en la toma de decisiones importantes. El tener un monje negro, clarifica sus cualidades: lealtad, inteligencia, disciplina eficacia y responsabilidad. Formas que lo conducen a la información que obtienen, que generan y que se les dicta en función de las tareas que realizan. Sus funciones están sujetas a las instrucciones recibidas.

Un monje negro con una representación importante, siempre es bien recibido y atendido por quien acusa recibo. Su lema: “todo fuera de cámara”

Un monje negro es el enviado, el embajador, el mensajero de la buena o mala nueva. Es el que acuerdan las importantes instrucciones para conducirse con sigilo y estar en los sitios o con las personas indicadas. Su arte: el manejo de lo secreto, de la confidencia, de la secrecía. Su ámbito el poder. Su quid, sus contactos y su forma de asesorar, aconsejar, conducir, planear, dirigir.

Requerir a un monje negro, es escarbar y encontrar la aguja en el pajar. Sus características: el pragmatismo, la apertura de oportunidades y el caparazón del poder.

Un monje negro puede estar con un bajo perfil o bien estar en el escenario político, social, cultural, económico en constante exhibición. Su tarea principal: hacer lo que hay que hacer. Pero lo más importante es permanecer invisible.

El sueño de un monje negro, es que se reconozca su trabajo y se le premie. Es aprender a ejecutar sin premura las estrategias que se le encomienden, enmendar errores, y corregirlos. Es convertirse en la alma gemela de su superior jerárquico, pero no superarlo. Es el de manejarse con mano suave, negociar, cooptar, pactar, ceder y exigir.  El de ser observador y aprender a usar el poder con mesura y discrecionalidad.  Ser la astucia y la maldad (Telleyrand y Fouché), decía Napoleón.

Ser un monje y un lobista negro, es contar con las características innatas para saber operar.







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