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¿Realmente
existe el monje negro en la política, “es solitario”?, la acepción griega del
monacato, significa persona solitaria.
Esta
nueva definición hacia el Secretario Particular, y/o asesor, que no todos lo
tiene, es aplicable hacía aquellos cercanos al poder y que se mueve como “operador
político”.
Ser
un monje negro, significa enmarcarse de una aura de influencia y de poder y que
se convierte en una figura imprescindible en cualquier medio, claro más en la
toma de decisiones importantes. El tener un monje negro, clarifica sus
cualidades: lealtad, inteligencia, disciplina eficacia y responsabilidad. Formas
que lo conducen a la información que obtienen, que generan y que se les dicta
en función de las tareas que realizan. Sus funciones están sujetas a las
instrucciones recibidas.
Un
monje negro con una representación importante, siempre es bien recibido y
atendido por quien acusa recibo. Su lema: “todo fuera de cámara”
Un
monje negro es el enviado, el embajador, el mensajero de la buena o mala nueva.
Es el que acuerdan las importantes instrucciones para conducirse con sigilo y
estar en los sitios o con las personas indicadas. Su arte: el manejo de lo
secreto, de la confidencia, de la secrecía. Su ámbito el poder. Su quid, sus
contactos y su forma de asesorar, aconsejar, conducir, planear, dirigir.
Requerir
a un monje negro, es escarbar y encontrar la aguja en el pajar. Sus características:
el pragmatismo, la apertura de oportunidades y el caparazón del poder.
Un
monje negro puede estar con un bajo perfil o bien estar en el escenario
político, social, cultural, económico en constante exhibición. Su tarea
principal: hacer lo que hay que hacer. Pero lo más importante es permanecer
invisible.
El
sueño de un monje negro, es que se reconozca su trabajo y se le premie. Es aprender
a ejecutar sin premura las estrategias que se le encomienden, enmendar errores,
y corregirlos. Es convertirse en la alma gemela de su superior jerárquico, pero
no superarlo. Es el de manejarse con mano suave, negociar, cooptar, pactar,
ceder y exigir. El de ser observador y
aprender a usar el poder con mesura y discrecionalidad. Ser la astucia y la maldad (Telleyrand y
Fouché), decía Napoleón.
Ser
un monje y un lobista negro, es contar con las características innatas para saber
operar.
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