El nuevo SECRETARIO, de ser, debe dominar sus miedos y
nervios.
Debe jugar sus fuerzas y estar despierto siempre en la
falta de los demás.
Debe esperar pacientemente que se agote la pasión de los
otros o que aparezca en ellos un momento de flaqueza.
La astucia como talento debe ser su arma más letal.
Debe saber callar, de ocultar lo instruido y observar la
naturaleza política humana.
La disciplina debe ser su formación, su guía y su mentor. Sólo
así crecerá y enseñara.
Debe emplearse a fondo y crear sus propios escenarios.
Debe contar con afectos y con atenciones.
No debe precipitarse, ni desgastarse inútilmente.
No debe ser sujeto visible del manejo del poder.
Debe ser ambicioso sin vanidad.
Debe ceder el brillo y la duda de la popularidad.
Debe estar enterado de todo. Tener influencia. Saberse de
poder y no exponerse en el juego tremendo de la Política.
Y hay que estar siempre consigo mismo… con nadie más.
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